Antiguo
centro geográfico,
táctico y defensivo de la ciudad
Si existe un espacio urbano capaz de definir
el transcurso de la historia de Huesca, ése
es el que hoy constituye la plaza de la Catedral. Un lugar preeminente, sobreelevado del
resto del caserío, origen estratégico de la trama secular que se extiende a sus pies. En
pocas ciudades como en Huesca es posible
determinar con tanta claridad un ámbito en el
que las circunstancias urbanas hayan deseado
reunirse con una fuerza semejante; un espacio síntesis del significado de una ciudad
milenaria, que ha sabido mantener su esencia desde la remota fundación de su primer
asentamiento hasta nuestros días. Centro geométrico del recinto histórico de la ciudad, la
plaza de la Catedral ha configurado desde
siempre el cruce de sus principales recorridos,
en lo que puede considerarse como el punto
neurálgico de los ritmos que definen la traza
abigarrada de las calles de la ciudad.
Cabe imaginar el origen geográfico de su
enclave, despojado de las construcciones que
ahora asoman a su espacio, y percibir así con
nitidez su función de dominio sobre la extensa comarca circundante. Un punto singular en
su área cercana, elegido desde el principio por
quienes desearon establecerse en el territorio;
un lugar privilegiado, esencial para desempeñar las funciones de defensa y decididamente
propicio para fundar en él un núcleo de reunión en cuyo ámbito pudiera desarrollarse una
población con pretensión de estabilidad. Precisamente ése fue el origen táctico del germen
pre-urbano de Huesca; un lugar que, tras siglos
de tentativas dispersas, contribuyó esencialmente a dar forma al enclave de la Bolscan
ibérica mediante un sistema, todavía rudimentario, de reunión de células habitadas,
reunidas en torno a un núcleo que garantizase su
defensa.
Más adelante, la romanización hizo de ese
espacio el punto básico de la nueva acrópolis fortificada, centro de una trama urbana que
tuvo en la actual plaza de la Catedral la
referencia necesaria para la reunión de sus
mejores edificios. Su configuración pertenece
todavía al terreno de lo supuesto; poco o nada
sabemos de la estructura construida de su
ámbito, pero conocemos formaciones semejantes, configuradas en otras ciudades, y ello
nos induce a suponer que, en Huesca, el único lugar capaz de reunir las funciones
caracteísticas del foro, centro de encuentro de la
actividad urbana de la Osca romana, es precisamente el ámbito de esa plaza en la que
van a concurrir los ejes principales del primer
recinto amurallado. Los vestigios arqueológicos que han llegado hasta nosotros, y
algunos restos escultóricos de considerable tamaño, nos permiten suponer la magnitud de las
construcciones religiosas y civiles que en ese
entorno hubieron de existir.
Superado el primer recinto defensivo,
también la Wasqa musulmana desarrolló su nuevo anillo amurallado
tomando como referencia el hito señalado por la plaza, y en ella
construyó su mezquita principal, seguramente sobre los vestigios
del antiguo templo romano. De nuevo ese espacio supondrá el punto
de encuentro del complejo entramado islámico, asumiendo una vez
más la función que había caracterizado su pasado; un ámbito, ya
consolidado por el paso del tiempo, que inmediatamente será asimilado
por la conquista cristiana.
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Los primeros tiempos de la Huesca medieval
verán transformar el uso de la antigua mezquita en catedral, aun
sin plantear de forma inmediata la sustitución del edificio; pero
pronto surge la escueta fábrica románica que dará paso a la actual
Sede gótica, desarrollada a lo largo del tiempo desde el siglo XIII,
hasta convertirse en el magnífico edificio que hoy podemos contemplar.
La plaza de la Catedral es desde entonces
el ámbito de mayor realce de la ciudad moderna, consolidada definitivamente su presencia
urbana. En ella confluyen las circunstancias religiosas y políticas que le proporcionan
su sentido, y aquí se instalará en el siglo XVI la sede
del Concejo oscense, en el notable edificio que
ha llegado hasta nuestros días. Será la constatación de su función urbana primordial, que
une en su espacio la esencia representativa de
Huesca. Ello proporcionará a la plaza una singular simbología, confluencia del poder
espiritual y temporal de la ciudad. Sin embargo, esa
misma dignidad ha impedido hasta este momento la investigación de su suelo.
La sucesiva
construcción de los edificios más significativos de la
ciudad no nos permite atestiguar con pruebas
fehacientes las conjeturas razonadas en las que
debemos apoyamos. Aparecería entonces una
superposición de estratos que revelaría, sin
duda, el notable pasado de un espacio que en
la actualidad conforma uno de los ámbitos más
sugerentes de la ciudad, partícipe de una estabilidad que abunda en el sosiego de su
presencia urbana. A él asoman, junto a las fábricas
de la Catedral y el Ayuntamiento, el nuevo Palacio Episcopal; el Colegio Imperial de
Santiago,
adscrito a la antigua Universidad; el sencillo edificio historicista de las Siervas de María en el
lado Norte; y, cerrando el ángulo, la casa de los
Canónigos, con su esbelta galería superior de
arcos. Un espacio rectangular, recogido, que
permite la visión frontal del pórtico de la Catedral y configura en su conjunto el
ámbito preferente de la ciudad de Huesca, rebosante de
historia y de significado.
La Plaza de la Catedral, está sometida
a especiales cuidados de su aspecto e higiene. Constituye una visita
obligada para todo turista que se precie, Cobra especial protagonismo
el dia 9 de Agosto, víspera de San Lorenzo; ese día, la juventud
llena hasta el último rincón esperando el pregón de las fiestas
y el cohete anunciador de que las fiestas del santo patrón
de la ciudad, han comenzado.
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