En
el casco antiguo
las llamadas plazas "menores"
En los cascos antiguos de las ciudades
cobran especial interés los espacios encontrados entre las calles,
expansiones configuradas a lo largo del tiempo por motivos diferentes,
jugosos puntos de confluencia cargados de significado que proporcionan
su ritmo a los recorridos urbanos. Por eso, en Huesca, además del
encuentro con los ejes principales de su recinto histórico, va a
ser el trayecto pausado por sus plazas menores uno de sus argumentos
principales.
Un ámbito diverso, compuesto por
sensaciones a menudo contrapuestas, que supera el mero análisis
de la arquitectura para sumergirse en evocaciones de circunstancias
urbanas presentes y pasadas. Porque es precisamente eso, lo sugerido,
el factor que mejor llega a definir el espacio que envuelve a los
edificios de cualquier época, interpretado no sólo en su materialidad
construida sino además en sus posiblidades de encuentro con su ambiente.
Un recorrido que acaso quepa ser iniciado por el Sur en la plaza
de San Pedro, centro de la Huesca mozárabe. Allí se alza su iglesia,
la más antigua de la ciudad, construida sobre un inicial templo
romano que dará paso a una nueva fábrica visigótica, sede de los
mozárabes durante la ocupación musulmana. San Pedro el Viejo inicia
su traza actual tras la conquista cristiana, representando en nuestros
días la pieza más señalada del románico aragonés. Su plaza, antiguo
cementerio anejo a la iglesia y lugar de mercado desde el siglo
XVII, mantiene en nuestros días su extensión pluriforme, rodeada
de ese ambiente especial, entre acogedor y lánguido, que caracteriza
a muchos de los espacios que pueden recorrese en el recinto histórico.
Tras ella, a través de la calle del
Zalmedina, secular emplazamiento de la antigua casa de la Primicia
o almacén de los frutos percibidos por el Cabildo, aparece un nuevo
espacio: la plaza de la Moneda, constituida por la confluencia de
las calles del Desengaño y de Peligros. En ella se alzaron hasta
hace poco los vestigios de la antigua encomienda del Temple, fundación
militar envuelta por su recinto fortificado, y origen también de
un amplio entramado urbano constituido por "poblaciones" o asentamientos
medievales de los que en nuestro tiempo tan sólo permanece el recuerdo.
Más hacia el Norte, la plaza de Latre
se apoya en la calle de los Templarios, formando un recinto todavía
casi sin pavimentar, que evoca referencias vinculadas con lo rural,
a pesar de que su forma constituye un espacio perfectamente asimilable
como recorrido urbano. Desde ella puede accederse a la vecina plaza
de los Fueros. Un lugar provisto de una escala apacible, recientemente
reurbanizado, cuyos edificios ofrecen un aspecto heterogéneo, aunque
unificado por un mismo talante comedido. Al Norte, la plaza de Urriés,
donde se alzaron los palacios de Esmir y de Urriés, constituye un
espacio de escala renovada por sus recientes construcciones.
Más al Sur, la plaza de Arista, en
la que se alza la casa de Azara, ofrece su aspecto recogido, circundado
por edificios ordenados en sus huecos y estructura visual. Su pendiente
favorece el acceso a la próxima plaza de López Allué, de traza ordenada
y regular, fiel testimonio de la arquitectura del siglo XIX, que
culmina el trayecto de las plazas situadas al Sur del recinto histórico.
|
Se trata de un ámbito de planta rectangular, rodeado de edificios
porticados, con una apariencia establemente compuesta, potenciada
por la disposición de sus balcones y unificada por su equivalente
porte. Son edificios bien proporcionados, con huecos regulares y
cornisa uniforme, cuyo cromatismo contribuye al carácter del espacio
al que asoman. La plaza actual fue objeto de nuevo trazado a partir
de la antigua plaza de las Aulas.
Un proyecto que iniciaría las reformas
decimonónicas de la ciudad e incluiría en su espacio central el
nuevo mercado, formando además el origen urbano que habrá
de conectar después con los porches de Galicia y la plaza de Navarra.
En el área Norte del recinto, la
plaza de Lizana forma un ensanchamiento en pendiente hacia el Coso,
cuya remodelación proviene del siglo XVII cuando desapareció la
manzana de casas que ocupaba su solar actual. Una plaza muy renovada
en su caserío, que mantiene sin embargo la escala de los edificios
que contiene. Desde ella, y a través de la costanilla del Suspiro,
se alcanza la plaza de San Bernardo, en pleno barrio antiguo de
la Universidad, donde se estableció el desaparecido colegio de San
Bernardo de los Cistercienses. Es un espacio rectangular, muy renovado,
que acusa en su imagen la incidencia de los nuevos edificios.
La calle de San Bernardo enlaza la
plaza de su nombre con la de San Juan de la Peña. Un espacio muy
diversificado en su escala, que permite entrever los restos del
antiguo palacio de la Zuda y sirve de acceso al espacio de la plaza
de la Universidad, límite del eje Norte- Sur de la ciudad, al que
vierte el Seminario de Santa Cruz con su antigua iglesia, el colegio
Universitario de Huesca y el singular edificio de la Universidad,
convertido ahora en Museo Provincial.
Culmina así el recorrido por las
plazas menores del recinto histórico, conjunto de espacios caracteñsticos
de la imagen urbana de la ciudad antigua. Un ámbito discontinuo,
diverso en su escala pero unificado por un mismo talante visual,
ciertamente representativo de la esencia de Huesca.
§§§§§§§§§§----------------
|