Polifacético
artista;
en su "retorno". (1888-1936)
Veinte años han pasado desde el primer intento de recuperación de la obra de Ramón Acín (Huesca, 1898-1936), polifacético artista y comprometido hombre de su tiempo, silenciado en las tapias del cementerio oscense en el tórrido agosto del levantamiento militar. La barcelonesa Conchita Monrás, su mujer, y sólo por el hecho de serlo, afrontaba idéntico destino unos días más tarde. Desde entonces y hasta noviembre de 1982, cuando el Museo del Altoaragón organizó una muestra antológica que también viajó a Barcelona, la omisión y el olvido trataban de corroer la memoria de Acín, un hombre bueno y un verdadero agitador cultural. Sólo la presencia en Huesca del llamado Monumento a las Pajaritas, -una réplica del mismo se instaló en la Rambla del Clot- inaugurado en el Parque Miguel Servet en 1929 y presente en la vida de la ciudad desde entonces, ha mantenido el nombre de su creador como un rescoldo de afecto en la conciencia cívica.
La muestra que se presenta en Zaragoza ofrece un recorrido por la obra de Acín que es trasunto de las muchas actividades que rodearon su truncada existencia: pintura, dibujo, escultura, documentación para proyectos que nunca se pudieron materializar, planchas calcográficas, caricaturas, ilustraciones para sus artículos en prensa... También está presente la geografía esencial del creador: Barcelona, Madrid, Toledo, Granada, Huesca sobre todo, pero también París. Las piezas han sido agrupadas con carácter cronológico, desde el período que la comisaria y profesora Concha Lomba ha denominado la «poética regionalista» (1916-1925) a su compromiso absoluto con la República. Entre ambos, la estética de vanguardia.
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La obra de Ramón Acín, sin duda,
es correlato de su militancia política y social, y la elección de
buena parte de los materiales empleados en su factura -chapa de
hierro, cartón rizado o madera- dan idea de una firme determinación
frente a los metales nobles que, al decir del propio autor, «no
se pueden tutear». Son de señalar en este punto dos esculturas cargadas
de simbolismo El agarrotado y El crucificado.
Acín, anarcosindicalista convencido
-sus artículos en la prensa lo llevaron en varias ocasiones a la
cárcel-, fue amigo de Ángel Samblancat, Felipe Alaiz, Gil Bel o
Joaquín Maurín. Conoció en el Madrid de la bohemia a Gómez de la
Serna, quien habría de vivir en el torreón de la calle Velázquez
que antes ocupó el propio Acín. Financió con un premio de la lotería
el documental hurdano Tierra sin pan (1932), del surrealista Buñuel,
con el que también compartió afanes estéticos. Profesor de la Escuela
Normal de Huesca, destacó en su labor de renovación pedagógica como
introductor de las técnicas de Freinet. Félix Carrasquer también
cultivó la relación fraterna con Acín.
Amigo de Lorca, Romá Bonet i Sintes
Bon, o Rafael Sánchez Ventura, también lo fue del capitán Fermín
Galán, con el que estuvo implicado en la sublevación de Jaca en
1930. La fallida intentona, recreada profusamente por Acín en diversos
soportes, llevó al paredón a Galán y al también capitán García Hernández.
Nuestro artista hubo de exiliarse en París. Proclamada la República
el 14 de abril de 1931, regresó retomando una obra de madurez y
enormes perspectivas. El 6 de agosto de 1936 todo quedó interrumpido.
Quizá este retorno sea definitivo.
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