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mártires
en Huesca y provincia
La tradición las hace mártires en Huesca en el 846 ó el 851. Eran
naturales de Adahuesca y fueron víctimas de varias persecuciones.
Por un lado encontramos al fundador
de Barbastro (el cadí Jalai Ibn Rasid, constructor de la fortaleza
de Alquézar a su vez), quien tras hacerlas presas las dejaría
en libertad posteriormente. Y de otra parte, el cruel Zumel
(de Huesca) quien ordenó matarlas en el Tozal que hoy se llama
de las Mártires. Estas jóvenes hermanas, vivieron en Barbués
como hijas de un matrimonio mixto (padre moro y madre cristiana).
La ley musulmana decía que esos hijos deberían seguir la religión del padre,
y cuando casó su madre en segundas nupcias con un moro, aun no habían
abdicado de su fé cristiana, por lo que fueron entregadas al cadí,
quien a su vez las puso en manos de unas mujerzuelas, que fracasaron
en su intento de pervertirlas.
Fueron encarceladas, y en la prisión
fueron vistos sus cuerpos con vivos resplandores -durante su martirio
tuvieron cuidado de cubrir sus cuerpos-; las ejecutaron y sus restos se
arrojaron a un muladar, pero las alimañas ni siquiera se aproximaron.
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Visto lo cual, los cuerpos se arrastrarían
por las calles de Huesca y se expondrían en el cerro de las Horcas,
donde los buitres ni los tocaron, sino que fueron sus cuidadores.
Aun Sepultadas, quedaban
iluminadas por esa luz, por lo que las arrojaron a un pozo que se ubica en
la calle San Salvador de Huesca y que taparon
después. De allí las sacaron, más tarde, incorruptas.

Las reliquias
fueron al Monasterio de Leyre y desde allí trasladadas a Sangüesa en
el año 1836.
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