Un
paisaje variado
con predominio del llano
Lugar de la provincia de Huesca,
situado en la Hoya del mismo nombre.
Habitantes: 131.
Altitud: 442 metros sobre el nivel del mar.
Dista de Huesca 13 kilómetros.
Gentilicio: alberano
La Hoya de Huesca depara un paisaje múltiple y vario,
aunque predomina la llanura. Los relieves montañosos,
alterados frecuentemente con peñascales de tierra arenisca,
nunca son demasiado elevados, de manera que no llegan a
obstaculizar la amplia panorámica de tierras ocres:
el verde asoma únicamente a orillas de los ríos y acequias,
donde quiera que el agua es capaz de llegar.
Pese a que casi todas las localidades de la Hoya quedan
próximas a la capital, Huesca, la población no se ha mantenido,
no ya porque emigrara a la ciudad. Las rutas de
la emigración se abrieron, generalmente, en ruta hacia Cataluña
y Zaragoza. Y eso a pesar de que la vida en estos
pueblos no es dura, aunque implique una marcada y casi
exclusiva dependencia de la agricultura y la ganadería.
Albero Alto hace honor a su nombre, ya que ocupa una
de las zonas más elevadas del terreno, con su iglesia parroquial
alzada sobre un peñón, en torno al cual se agrupan
las casas del pueblo. El campanario se eleva sólido y
desafiante, dominando el paisaje en varios quilómetros a la
redonda. El cerro peñascoso, el peñón, tiene forma circular
y se ofrece tajado perpendicularmente.
Antes que iglesia fue un fuerte -comentaba
un vecino-. Todavia se conservan las murallas que lo flanqueaban.
piedra sillar que ha servido para cimentar construcciones posteriores,
cuando no para consolidar las ya existentes. Antiguamente fue Albero
Iuso. La prehistoria también ofrece sus testimonios, ya que en el
término municipal se hallaron medio centenar de hachas pulimentadas
de piedra pizarrosa y varios martillos de piedra caliza. Todo ello.
correspondiente al neolítico, se conserva en el Museo Provincial de
Huesca. Por otra parte se encontraron nueve sepulturas talladas en la roca. en banco de piedra.
Algunos historiadores hablan de prehistoria y otros, de la época medieval.
La opinión más generalizada es la de que las mencionadas sepulturas
son ilergetas.
El casco urbano se compone, por lo general, de calles
amplias e irregulares, lo que permite dar vida a muchas
explanadas que ahora aparecen convertidas en plazas.
Para el bautismo de las calles se recurrió, por lo regular, al
santoral, y así campearon los nombres de San Ginés, San
Gregorio, San Miguel y la Natividad, por citar tan sólo
unos ejemplos.
Junto a las fachadas encaladas resaltan otras de piedra
y tapial. Los edificios no parecen muy antiguos. En su mayoría
datan del siglo XIX y principios del XX. La piedra sillar
se ve por todas partes; al parecer, debió ser utilizada la
de las murallas, dado que éstas no se ofrecen
completas poniendo cerco a la iglesia.
Pero ya en épocas anteriores existía Albero Alto o Albero Iuso,
puesto que se tienen noticias documentales. El linaje
de los Albero proviene de los tiempos de Alfonso I el
Batallador. Sus armas heráldicas fueron una cruz llana
cargada de vetos, en campo de oro.
Escolástico Ferrer sintetiza así la
historia del lugar: "En 1089, Sancho Ramírez lo da a Montearagón.
Don García de Albero asistió a la jura de Alfonso II como rey de Aragón,
en presencia de doña Petronila. En 1192 se hizo la consagración de
una ermita dedicada a San Miguel y erigida a expensas de mosén Miguel
Rosell, con reliquias autentificadas en un pergamino de diez por trece
centímetros, consagración hecha por el obispo Ricardo. Posteriormente,
un platero de Huesca, Buenaventura Salas, hizo otra arqueta-relicario
a la que se añadieron otras reliquias de santos mártires. En 1219
era señor de este pueblo don Lope de Albero, en su castillo roquero,
siendo desposeido por don Rodrigo de Lizana, quien llevó prisionero
a su castillo a don Lope, liberado posteriormente por Jaime el Conquistador.
En 1571, el Papa San Pío V concedió para el obispo de Huesca y su
mesa episcopal 230 escudos de esta iglesia y los diezmos a Huesca,
hasta que Gregorio XIII devolvió parte de estas rentas a Montearagón.
En 1600 era señor de este pueblo don Juan de Torrellas, quien lo vendió
a Juan Costa, de Huesca, con 30 casas ..."
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Queda claro que la antigua ermita de San
Miguel acabó convirtiéndose en iglesia parroquial. Se trata
de un edificio -al menos, el que ha llegado a nuestros días- de fines
del siglo XVI, que consta de una nave de tres tramos, con bóveda estrellada
de terceletes y combados. De la misma manera se cubren las capillas
existentes en los laterales. La torre campanario es bastante posterior,
a caballo de los siglos XVIII y XIX, ya que empezó a construirse en
1796 y se terminó en 1802. José Mendoza, que era a la sazón párroco
de Albero Alto, presidió la ceremonia-inaugural. Durante muchos años,
el templo permaneció cubierto de torpes revoques, que impedían situarlo
en su justa época. hasta 1964. en que se limpiaron las paredes y quedó
aI descubierto la piedra sillar. Para los amigos de los pequeños detal!es,
no estará de mas añadir oue el 20 de Mayo del mismo año, una vez devuelto
el templo a su pureza original, se procedió a consagrar la mesa altar
por el Vicario General de la diócesis oscense, Ramón Bonet, delegado
por el obispo Lino Rodrigo y que el predicador en tan solemne ocasión
fue el entonces canónigo y párroco de San Lorenzo, de Huesca, Damián
Iguacen, después obispo, sucesivamente, de Barbastro, Teruel y La
Laguna (Tenerife).
Albero venera las sagradas reliquias
celosamente conservadas desde la erección de la primitiva ermita de
San Miguel. Siempre fue tradición que acudieran los vecinos de los
pueblos próximos a sumarse a la pública veneración de las reliquias,
sobre todo cuando había que conjurar alguna calamidad e implorar la
lluvia. Ninguna rogativa mejor. De manera que en esas ocasiones especiales
acudían -y aún acuden- los vecinos de Albero Bajo, Lascasas, Molino
Pompenillo, Bellestar, Alcalá del Obispo, Argavieso y Novales.
Ha gustado ver llegar a los distintos
pueblos, cuya presencia es anunciada por las campanas. El ceremonial
consiste en apostar un vigía -el propio campanero- en lo alto de torre,
para que anuncie con toques de campana la llegada de cada pueblo.
El párroco los recibirá después, en la puerta de la iglesia, con cruz
alzada y acólitos, y así llegarán al altar mayor donde se celebra
la pública veneración de las reliquias. Al poco sigue la procesión
por las calles del pueblo, cantando las letanias de los santos, y
al terminar hay misa y sermón. Por último, antes de la despedida,
se produce una nueva veneración de las reliquias.

La ermita de San Ginés -la otra
gran devoción de Albero Alto- es de planta rectangular, con
nave dividida en dos tramos, del siglo XVIII. Se hará romería
el 9 de Mayo. El santo -justifican- nos libró del garrapatillo.
Hay otras fiestas el 10 de Septiembre. Son las de los mozos,
cuando la alegría se extiende por calles y plazas. Los festejos
se prolongan durante varios días.
Fuera del casco urbano, equidistante con Monflorite, se
levanta el castillo de Corvinos, que fue posiblemente el que
ocuparon como residencia los señores de Albero. Al menos,
se conoce la pertenencia a Juan Costa, que recibió
lugar, por compra, de Juan de Torrellas. «Corvinos -explica
Guitart Aparicio- es un palacio aislado, de grave aspecto,
fachada pétrea y un torreón cuadrado, con base en
talud, que debió ser más alto. Detrás hay una cerca y es
la que tiene más aspecto de "manor" señorial. Aunque
puede ser de los siglos XV-XVI, carecemos de noticias
hasta 1655, en que pertenecía a Juan Costa, pues figura
en el acta de compra del cercano Bellestar. Después fue,
los Mancho y de los Otal. siendo de los últimos el escudo
existente. ~Datos de F. Balaguer y J. Cardús~. Por último
quizá sea el "Corbinos" que ocupó Sancho Ramírez en
1080.
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