Representativo
lugar
de peregrinación y devoción
Este santuario que en otros tiempos fué Monasterio
importante, se halla en un lugar agreste y pintoresco de una belleza
incomparable y majestuosa. Se alza bajo una imponente roca, de la
que fluye una cascada intermitente. La tradición y la leyenda se mezclan
en sus origenes en cuanto a la estancia de San Úrbez en este lugar,
allá por el 750, según la piadosa creencia de montañeses fieles a
la tradición.
Es posible que en un principio hubiese vida
anacoreta para después haberla comunitaria; no obstante no parece
probable que se rigiera entonces por la regla de San Benito. La iconografía
prueba la atribución de titularidad a San Martín, obispo de Tours.
Se sabe que hubo monjes allí, antes del s. XII, bajo la jurisdicción
del obispo de Huesca.
En 1110 su abad, Pedro, donó el
Monasterio a la Real Casa de Jesús Nazareno de Montearagón y
posteriormente se le rogó al santo que intercediera para que la
descendencia de su tercera mujer, Leonor, fuese masculina (como así
ocurrió). Por la misma razón, posteriormente peregrinaron en 1524 don
Alfonso Felipe de Gurrea y Aragón (conde de Ribagorza) y su tercera
esposa (Ana de Sarmiento) andando descalzos desde Pedrola (Zaragoza);
hicieron una novena en San Martín y el 17 de Febrero de 1525 les nació
un varón al que pusieron por nombre Martín. Pedro IV, que profesaba
gran devoción al monasterio, lo demostró disponiendo que en el escudo
de la Universidad de Huesca (que él fundó), figurara San Martín, en su
advocación de la Val d'Onsera, junto al crucifijo y la imagen de
Nuestra Señora de Salas.
En 1522, con la desmembración de los extensos
territorios dependientes de la Abadía de Montearagón, pasó a la jurisdicción
del obispo de Huesca (parece que por aquel entonces, las monjas habían
abandonado el monasterio, que amenazaba ruina). Pero, continuó como
Santuario, por cierto, muy venerado.
El canónigo
Juán Agustín de Carreras Ramírez y Orta (Huesca, 1639 - Ibieca (HU)
1711) vivió como anacoreta durante muchos años y como San Úrbez,
salió a evangelizar por los alrededores. Aquí radica una muy antigua
e ilustre cofradía que fundó Jaime II (militaron como cofrades él, su
hijo y nobles aragoneses). La restauró Pedro IV que también inscribió
a su hijo y a sí mismo.
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Según D. Gregorio García Ciprés, Parroco
que fué de Loporzano, el Cenobio de San Martín de la Val d'Onsera
está a tres leguas de Huesca, en los términos de Santa Eulalia la
Mayor, en un paraje con un fondo de rocas altísimas y multicolores,
que sólo el esfuerzo humano ha hecho accesible. Aquí abundaron en
otros tiempos los osos (de ahí el nombre).
Existen dos enormes peñascos
que casi parecen juntarse en la cima, para formar como una portada,
donde siempre sopla el viento; es el paraje conocido como Puerta
del Cierzo. Desde aquí hasta la cumbre del Salvador, hay una
hora por un camino accidentado que alguno acorta por el atajo
de La Viñeta (peña enorme que se accede verticalmente por unas
gradas practicadas en ella).
Algunos escritos antiguos aseguran
que, hubo aquí una ermita dedicada al Salvador y que por dejadez
de sus cuidadores, quedó sin puerta, siendo profanada varias
veces por ello. En 1588, el Obispo de Huesca, en Santa Visita,
mandó cerrarla `a piedra y lodo'. No obstante, se dejó una rejilla
para orar desde el exterior. Andando el tiempo, su estado ruinoso
condicionó su demolición.

Se oraba para prevenir la peligrosa
bajada que llevaba al fondo de un barranco, el cual conducía
a una espaciosa luneta de exuberante vegetación, con una bonita
cascada en la parte más alta. Esta caida de agua, era producida
por un arroyo que se precipita desde unos 60 mts. Aquí es donde
se encuentra la cueva en la que vivió San Martín después
de abandonar su vida militar.
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