La
paz en la llanura
tutelada por la montaña
Lugar de Loporzano, en la provincia de Huesca
(Hoya de Huesca), que tenía 48 habitantes en 2010. Altitud:
502 metros sobre el nivel del mar. Dista de Huesca apenas 10 kilómetros.
El gentilicio es "bandaliesino".
Estamos en el Somontano oscense, mirando el
Tozal de la Sierra de Guara, pero en el llano afín, cerca del río
Flumen y más cerca todavía del arroyo Ripa, a nueve kilómetros y medio
de la capital, bajando ya la hondonada donde las estribaciones montañosas
se pliegan y difuminan para que el horizonte vuelva a ser ancho y
limpio; el viajero consigue que la vista se pierda en el paisaje que
le rodea. Tan solo al elevar los ojos podrá contemplar -en
color ocre, gris o azul, según las distancias-, la soberbia ondulación
de cumbres que pugnan por alcanzar las nubes, que consiguen con harta
frecuencia.
A dos kilómetros y medio de la carretera
de Huesca-Barbastro (la de Lérida) reposa plácidamente Bandaliés,
entidad de población que parece dormida entre silencios seculares;
municipio antaño, lugar de Loporzano en la actualidad. Siguiendo por
el ramal secundario, se deja atrás el desvío para Loporzano y Vadiello.
Abajo, a 502 metros de altitud, las casas de Bandaliés se asoman tímidamente
a la carretera. Casi se puede circunvalar el casco urbano, sin entrar
en éI.
Por la parte posterior, hacia la localidad
de Ayera, las aguas de una vieja balsa pregonaron las sequías
de otros tiempos; la enea crece en el centro mismo del estanque, hasta
poblarlo casi por completo. Unos jóvenes pasean por las inmediaciones.
Aún quedan algunos. Pero apenas se les ve entre semana, salvo los
sábados y festivos. Hay días y horas en que el pueblo parece abandonado.
No se ve un alma por las calles y plazas. Sin embargo, en las paredes
que dan a la carretera luce una palabra en grandes caracteres: ~Alfarería~.
Se repetirá otra vez para que el viajero no se pierda. En este caso,
la circunvalación al caserío se efectúa ya por un camino interior.
El alfar puesto en marcha por Julio Abió
Berdiel ha estado recuperando, a fuerza de dar vueltas y más vueltas,
siete siglos de tradición artesana, que es tanto como se remonta
la historia de la cerámica popular de Bandaliés. Hay quien asegura,
incluso, que el lugar fue centro de la alfarería aragonesa.
Las piezas salidas del torno, modeladas por las manos del alfarero,
se alinean en espera de entrar en el horno, camino de su proceso definitivo.
Lo cierto es que Julio Abió decidió regresar
un día, allá por el año 1979, para insuflar nueva vida al viejo alfar
de la familia Carrera. Así pues, el rítmico girar del torno
transmitió nuevos latidos existenciales a la población. El alfarero
de Bandaliés había bebido en aquellas mismas fuentes, se había
formado allí, moldeando el barro con sus propias manos, y quiso retornar
a los origenes para que resurgiera, otra vez, la cerámica popular.
Julio Abió Berdiel se propuso, de modo consciente,
encontrar la raíz perdida en el devenir de los tiempos. Su labor
es admirable y bien merece el público reconocimiento. Sobre
la puerta de la casa, humilde en su apariencia externa, se repite
la misma palabra ya sabida: "Alfarería de Bandaliés"
o "Alfarería". Hubo un tiempo, hace años,
en que un rosal trepador se encaramó por la fachada; alcanzó
el balcón y la ventana, y una vez en el tejado, ensanchó su
color y su aroma esparciéndolo por el entorno. Es como un símbolo
de que la vida volvía para ofrecernos las mejores esencias.
El viajero está rodeado por
caserones y nobles edificios de piedra sillar, grandes portalones
y piedras armeras; fiel indicio de la influencia de Montearagón.
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Bandaliés, aunque se asienta
en la llanura, tiene el trazado de sus calles y plazas a distintos
niveles, con suaves pendientes. Luce, en dos de sus esquinas,
sendas fuentes. El edificio de la iglesia parroquial, de proporciones
monumentales, no parece anterior al siglo XVI, aunque bien pudo
ser edificado sobre otro más antiguo. La fábrica es de piedra
sillar y tiene torre campanario cuadrada, de dos cuerpos, el
primero de piedra también y el segundo de ladrillo, con las
aristas matadas. Se eleva a escasa altura y remata con una especie
de terraza, con su correspondiente balaustrada. Da la sensación
de que la torre no llegó a concluirse.
Sobre la fachada cuelga una lápida
donde figura grabada la fecha de la última restauración (en 1967)
y de entonces data también la consagración del altar mayor.
Algunas casas muestran extraordinarios portalones renacentistas, con
la piedra trabajada artísticamente, formando relieves simétricos.
Sorprende y maravilla su simple contemplación, junto a los escudos
nobiliarios y a las rejas de forja.
El pueblo parece sumido en la
calma de su pasado legendario, que a buen seguro discurrió igual
de tranquilo, pues el censo mayor de habitantes que se recuerda
apenas sobrepasa los dos centenares y medio. En la actualidad
apenas son cincuenta, más o menos. Impresiona tanto silencio
entre calles y plazas, entre viejos caserones donde quedó anclada
la historia.

Con el retorno del barro aumentó
la esperanza de una vida más intensa, de un futuro distinto
al anterior. Alguien me habla de su pueblo, de los tesoros que conserva
la iglesia. -Si la viera por dentro ... Es preciosa. -¿A quién está
dedicada? -Creo que a la Natividad de la Virgen -la buena mujer no
parece muy segura-, porque celebramos las fiestas el 8 de Septiembre.
Hay otras, el 29 de Abril, en honor de San Pedro mártir. Surge la
duda de quién será el titular de |a iglesia parroquial; si
la Natividad de la Virgen o San Pedro mártir. Pero el detalle no importa
demasiado. No aseguran que haya una ermita dentro del término
municipal.
Tal como sucede en tantos otros lugares
de nuestra tierra, Bandaliés también se anima los fines de semana.
Apetece respirar una paz y un sosiego así de profundo, a solo 10 kilómetros
de la capital. De paso, existe la posibilidad de contemplar de cerca
cómo surge, día a día, la cerámica popular, hasta el punto
de que el lugar recuperó su importancia como centro alfarero
aragonés. Siete siglos de historia y tradición artesana encuentran
hoy su necesaria continuidad.
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