Sugerente
invitador lugar al reposo
Lugar de la provincia de Huesca,
situado en la margen izquierda del río Guatizalema. Habitantes:
alrededor de 130. Altitud: 429 metros sobre el nivel del mar.
Dista de Huesca 24 kilómetros. Gentilicio: salillero..
A Salillas se llega por la carretera
A-1216. El terreno se ondula suavemente en el curso bajo del
río Guatizalema, próximo a rendir sus aguas en el Alcanadre.
Salillas será el último núcleo urbano que se reflejará en ellas,
asentado en la falda de una mínima elevación del terreno, cuando
se intuyen a lo lejos las llanuras monegrinas. Huesca queda
a 24 kilómetros tan sólo, por Sesa, Novales, Albero Alto y Monflorite.
El lugar perdió más
de la mitad de sus habitantes a lo largo del siglo XX. El censo
de 2004 daba cifras de apenas 115 habitantes. En los siglos
XV y XVI tan sólo había un fuego, pero en el XVII se llegaron
a juntar ya 24. Madoz reseñó, en 1850, un total de 54 casas,
35 vecinos y 216 almas.
Salillas fue sobrecullida, vereda y
corregimiento de Huesca, respectivamente, y formó Ayuntamiento en
1834 con el coto redondo de Armalé y Burjamán. Su primera mención,
según Ubieto, data de 1104, con motivo de la concordia realizada por
el obispo de Huesca y el abad de Montearagón. A este monasterio perteneció
su iglesia. En el siglo XVI señoreaba en Salillas la familia Pomar.
En el siglo XIX era del conde de Bureta.
La iglesia parroquial está dedicada
a Santa Ana y ocupa un edificio de relativo interés, de estilo
gótico, situado en un pequeño ensanche de un rincón
de la plaza del pueblo. También hay una ermita consagrada
a San Felipe Neri en el año 1717. En realidad, todos los edificios
del lugar responden a las características de la arquitectura
popular de la comarca, sin grandes pretensiones, pese a la utilización,
en muchos casos, de la piedra sillar.
El acceso al pueblo se adivina desde
la carretera, ya que hasta el momento, no existe panel indicador alguno,
por lo que el viajero debe de andar atento, tomando como referencia
-si viene desde Sesa-, una robusta construcción, de aspecto defensivo
que se aprecia en la margen izquierda de la carretera. Tomado ese
desvío, hacia la izquierda, por una pendiente más o menos pronunciada,
se llega a la plaza del pueblo. Es un espacio amplio, ajardinado,
muy bien cuidado, que regala una agradable sombra en el Verano. Las
casas que coforman la plaza, son nuevas o muy rehabilitadas, pero
de un excelente aspecto. En esta plaza linda Casa Mairal, muy buena
"casa rural". En la parte contigua al acceso de esta misma
plaza, hay una gran mansión, palacio y fortaleza.
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Esta última edificación
parece atribuirse al marqués de Montemuzo (palacio de
la baronía de Salillas); su portada es renacentista en
la que campea el escudo de los Pomar (siglo XVI). Está
asentada sobre un castillo, del que conserva todavía
un torreón, visible desde la carretera. A la entrada
de la población, existe un restaurado Pozo de Nieve, de origen
morisco.
El fondo de la plaza, visto desde
el palacio, lo atraviesa una ancha y larga calle de trayecto
rectilíneo, que pone de manifiesto el esmero conque son cuidadas
sus casas. Pocas son las calles transversales que nacen de esta
principal, apenas algún modesto ensanche con pretensiones de
plazuela rompe la norma de la calle.
Las fiestas patronales son en
honor de Santa Ana, titular de la iglesia, el 26 de Julio. Hay
otras fiestas para el 26 de Mayo en honor de San Felipe Neri.
También otras expresiones festivas
en Salillas. Una de ellas es costumbrista, y consiste en la colocación
del "mayo", - que es un alto árbol -generalmente un chopo,
carente de ramas salvo en la punta- y que se lleva a cabo la noche
del Sábado al Domingo de Pascua. Otra es de caracter religioso, y
es la procesión a la ermita de la Jarea -en Sesa-, que se efectúa
el primer Lunes y Martes de Pascua.
Algo de restos de cultura románica
si que puede que hayan en Salillas. En algún sitio se
ha mencionado la existencia de tres calzadas romanas que discurrian
por el pueblo, y que al parecer quedaron ocultas bajo el casco
urbano.
Salillas es un pueblo más de la
Comarca de la Hoya de Huesca que reclama una atención
al visitante, que con tan apenas un breve paseo se verá
reconfortado de paz y sosiego.
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